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La mujer que desafió a las matemáticas y ganó: Gertrude Cox, pionera de la estadística

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La mujer que desafió a las matemáticas y ganó: Gertrude Cox, pionera de la estadística

Enviado por: Sociedad Chilena de Estadística
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Desde una infancia en los campos de Iowa hasta ser la primera mujer en ingresar al Instituto Internacional de Estadística, Gertrude Mary Cox rompió barreras con ciencia, carácter y una profunda vocación por mejorar la vida de los demás a través de la estadística aplicada.

La estadística moderna le debe mucho a una mujer que, durante décadas, fue ignorada por el sistema académico por su género. Gertrude Mary Cox, nacida en 1900 en una granja de Iowa, no solo fundó instituciones, escribió libros clásicos y formó generaciones de científicos, sino que también desafió con inteligencia y tenacidad los prejuicios de una época que no concebía a una mujer liderando el desarrollo de una ciencia exacta. Su historia es la de una mujer que transformó obstáculos en oportunidades, dejando un legado que aún hoy inspira a científicas de todo el mundo.

Nacida el 13 de enero de 1900 cerca de Dayton, Iowa, Gertrude Mary Cox creció entre ríos y colinas, en un entorno que forjó su carácter independiente y su sensibilidad social. Su madre, Emma, ejerció una enorme influencia en su vida: “Aprendí de mi madre el valor y la alegría de hacer cosas por los demás. Ella cuidaba a los enfermos de la zona y nos crió para ser activos en la iglesia”.

Esa vocación de servicio marcó sus primeras decisiones: estudió un curso de dos años en ciencias sociales y fue madre sustituta de 16 huérfanos en Montana. Pero para poder convertirse en directora del orfanato, necesitaba estudios universitarios. Así, en 1925, ingresó en Iowa State College. Eligió matemáticas “porque le resultaban fáciles” y tomó cursos en psicología, sociología y artes. Lo que parecía una decisión pragmática sería, sin embargo, el inicio de una revolución estadística.

Cox empezó a trabajar como calculadora manual —“computadora”, en los términos de la época— para George Snedecor, pionero en la aplicación de métodos estadísticos. En este trabajo descubrió su pasión por la estadística. En 1931, recibió la primera maestría en estadística otorgada por Iowa State, un logro histórico. Sin embargo, cuando intentó enseñar matemáticas en secundaria fue rechazada por no tener cursos de pedagogía.

Persiste en su idea de enseñar, decidió continuar sus estudios en psicología estadística en la Universidad de California, Berkeley. En 1933, su mentor Snedecor la llamó de vuelta a Iowa para ayudar a fundar el Statistical Laboratory, y allí sentó las bases del área en la que brillaría: el diseño experimental.

Gertrude enseñaba a partir de ejemplos reales y prácticos, enfatizando la importancia de la aleatorización, la replicación y el control experimental. Aunque comenzó un doctorado, las demandas de su labor docente y de consultoría impidieron que lo completara. A pesar de lo anterior, en 1939 fue nombrada profesora asistente de investigación, en una época donde las mujeres rara vez accedían a esos cargos.

En 1940, ocurrió uno de los episodios más reveladores de su historia. Cuando Snedecor fue consultado para recomendar candidatos al nuevo Departamento de Estadística Experimental en Carolina del Norte, envió una lista de hombres. Cox, al leerla, preguntó: “¿Por qué no pusiste mi nombre?” Él añadió entonces una nota al pie: “Por supuesto, si consideraran a una mujer para este puesto, recomendaría a Gertrude Cox de mi equipo”.

Ella era la indicada. El puesto fue suyo, convirtiéndose en la primera mujer profesora en la historia de North Carolina State College. Allí fundó y dirigió un departamento de estadística experimental, reclutando talentos de diversas áreas y entrenándolos en estadística: “No había estadísticos para contratar cuando empecé. Tuve que elegir personas de otros campos y formarlas”.

Una de sus mayores obras fue la coautoría del libro Experimental Designs junto a William Cochran, publicado en 1950, y considerado durante décadas el texto de referencia para planificar experimentos. El texto incluye desde bloques aleatorizados y diseños factoriales, hasta bloques incompletos balanceados y cuadrados latinos, todo ilustrado con datos reales. Aún hoy, sigue siendo citado como uno de los pilares del diseño experimental.

En 1945, con apoyo de la Fundación Rockefeller y la General Education Board, estableció el Institute of Statistics, promoviendo la estadística en agricultura, genética, economía y ciencias sociales. También ayudó a desarrollar los primeros programas del software SAS en Raleigh, demostrando su visión innovadora en el uso de la computación.

Gertrude no se limitó al ámbito académico. En 1959 ayudó a fundar el Research Triangle Institute, un centro de investigación sin fines de lucro, y fue su directora hasta 1965. Desde ahí, trabajó en proyectos internacionales, sobre todo en países en desarrollo. En Egipto y Tailandia brindó asesoría técnica, organizó cursos y colaboró con programas de planificación familiar y farmacología. Una especie de misionera estadística, combinando ayuda humanitaria y ciencia.

Cox fue reconocida con múltiples distinciones: fue la primera mujer elegida en el International Statistical Institute (1949), presidenta de la American Statistical Association (1956), presidenta de la Biometric Society (1968-1969), y fue incluida en la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. en 1975. En 1970, el edificio que albergaba el Departamento de Estadística en North Carolina State fue renombrado Cox Hall en su honor.

Hasta el final, mantuvo su humor y vocación científica. Diagnosticada con leucemia en 1976, llevaba un meticuloso registro de su tratamiento, al que se refería con ironía como “la unidad experimental”. Falleció en 1978, dejando una huella indeleble en la historia de la estadística y en la vida de quienes la conocieron.

Gertrude Cox no solo fue una estadística brillante, fue una mujer que rompió moldes y desafió los límites de su tiempo. Inspiró y formó a generaciones enteras, abrió puertas que durante siglos estuvieron cerradas para las mujeres, y demostró que la ciencia también puede tener rostro femenino. Valorar su legado no es solo un acto de memoria, es una invitación a seguir construyendo un futuro más equitativo, donde las mentes brillantes, sin importar su género, tengan siempre un lugar en la ciencia.