Tras las profundas reformas económicas implementadas durante la dictadura de Augusto Pinochet, y profundizadas desde el regreso de la democracia en 1990, Chile se convirtió en un paradigma. Para los defensores del mercado, era el modelo a seguir. Para los partidarios del Estado, pasó a ser todo lo que está mal.
Durante muchos años, el sólido crecimiento económico del país pareció darle la razón a los primeros. Ahora, el estallido social que hace tambalear a una de las democracias más consolidadas del continente sugeriría que los segundos estaban en lo cierto.
La realidad, no obstante, está hecha de matices y no se puede comprender con categorías absolutas.